Lo primero que me transmitió este juego es un recuerdo vivo de como eran los tiempos en que un montón de críos como yo nos quemábamos las cejas con la pantalla monocromo de la mítica Game Boy ladrillo.
Creo que unos pocos tiles y sprites con animaciones sencillas el autor ha conseguido vender una aventura nostálgica y desenfadada, que es sencilla en su concepción, pero agradable a la vista.
Al no haber nada que hacer más allá de hablar con los NPCs del lugar habría estado bien que la trama tuviera más peso para añadir interés al recorrido. Sin embargo es un juego que funciona bien y te sacará alguna sonrisa.