Si los cubos de hielo gigantes de Futurama no consiguieron frenar el calentamiento global con éxito, pues tenemos al oso polar y el pingüino tirando bolas de fuego que caen del cielo hacia el mar.
Muy pocos juegos ecologistas consiguen ser divertidos sin llegar a la pretensión de salvar a la tierra de nosotros mismos con métodos muy irreales e inútiles que al final solo trajo polémicas.
Pero en este caso es un juego ambientado al actual problema mundial con una idea igualmente absurda, pero muy funcional.